En La peste, Camus nos describe a un Orán que, en un ejercicio muy honesto, describe como un lugar feo y de gente mediocre, cuya intrascendencia se ve interrumpida por una peste que es anunciada cuando las ratas salen a morir por las calles de toda la ciudad.
La peste crece, la ciudad tiene que ser clausurada y es en ese encierro que los habitantes se ven obligados a cambiar sus rutinas habituales por un día a día en el que se las ven cara a cara con la muerte de forma ininterrumpida.
El foco narrativo está sobre el doctor Rieux y su grupo de voluntarios conformado por gente de variadas procedencias y creencias, quienes se encargan de aislar a la gente contagiada y tratar de evitar, en la medida de lo posible, que la peste acabe con la ciudad.
Impresiones:
– Camus toma nuestras desgracias, las multiplica por mil y les da forma de epidemia, para hacernos ver cómo éstas nos hacen olvidar nuestras diferencias, uniéndonos y ayudándonos a conocernos a nosotros mismos, aunque quizás el precio de todo este aprendizaje sea horriblemente alto.
– Llueve sobre mojado y aun así, de alguna forma, queda un mensaje humanista y universal.
– Gran capacidad del autor para dejarse de pretensiones y lograr hablar de ideas elaboradas, usando siempre palabras sencillas.
– Un médico, un suicida fallido, un sacerdote, un periodista extranjero atrapado en la ciudad y otro extranjero de ocupación desconocida, son los personajes principales. Cada uno de ellos es transformado profundamente por la peste; transformaciones bastante significativas todas.
– Tratándose de una novela filosófica, sé que estoy un poco analizando el dedo y no el sol, pero a La peste le faltó una nada para alcanzar el ritmo narrativo perfecto de El extranjero.
– Hay una pequeña intertextualidad con El extranjero, así como un guiño a una de las grandes pasiones de Camus: el futbol. Lindos detalles.
Citas:
“Sin duda, nada es más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia”.
“Sucede a veces que se sufre durante mucho tiempo sin saberlo”.
“Uno se cansa de la piedad cuando la piedad es inútil”.
“Pero el cronista está más bien tentado de creer que dando demasiada importancia a las bellas acciones sólo tienen tanto valor porque son escasas y que la maldad y la indiferencia son motores mucho más frecuentes en los actos de los hombres. Ésta es una idea que el cronista no comparte. El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad”.
“La peste había quitado a todos la posibilidad de amor e incluso de amistad. Pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes”.
“Esta hora de la tarde, que para los creyentes es la hora del examen de conciencia, es dura para el prisionero o el exiliado que no tiene que examinar más que el vacío”.
“Nuestro amor estaba siempre ahí, sin duda, pero sencillamente no era utilizable, era pesado de llevar, inerte en el fondo de nosotros mismos, estéril como el crimen o la condenación”.
“Pues, extrañamente, lo que subía entonces hasta las terrazas, todavía soleadas, en la ausencia de los ruidos de coche y de máquinas que son de ordinario el lenguaje de las ciudades, no era más que un enorme rumor de pasos y voces sordas, el doloroso deslizarse de miles de suelas ritmando por el silbido de la plaga en el cielo cargado, un pisoteo interminable y sofocante, en fin, que iba llenando toda la ciudad y que cada tarde daba su voz más fiel, y más mortecina, a la obstinación ciega que en nuestros corazones reemplazaba entonces al amor”.
“¿Quién podría afirmar que una eternidad de dicha puede compensar un instante de dolor humano?”.
(La plaga, Albert Camus)
Álvaro (@alvarogo87)