Cuando iba en la primaria y era uno de los pocos niños noños a los que la clase de Historia de México no les parecía insoportable, recuerdo haber tenido un libro de texto de dicha materia que se ocupaba las primeras trescientas páginas (estimado) en hablar de lo que pasó en el país desde el florecimiento de los pueblos prehispánicos hasta la segunda guerra mundial. Lo que había pasado desde la mitad del siglo XX hasta los 90s lo resumía como en 2 páginas y básicamente decía que ese período era el México moderno y que las cosas se habían mantenido prácticamente igual hasta nuestros días . Me sentí medio estafado; algo habría pasado en ese período, ¿no?
Instrucciones para vivir en México es una prueba de que igual y mi libro de texto no estaba tan equivocado. Se trata de una recopilación de artículos publicados por Ibargüengoitia en el Excélsior durante la década de los 70s y, salvo uno que otro artículo, en la mayoría jurarías que Jorge está hablando del México actual.
Abarca temas como lo manoseadas y artificiales que quedaron las figuras de los héroes de la patria, la maldita burocracia, la gente gandalla, los idiotas que usan el claxon como forma de expresión, las exageraciones que se viven durante el día de la madre en México, nuestra rara forma de ver los Juegos Olímpicos, los grandes hoyos del sistema educativo, el PRI, etc. Toda esta marea de quejas viene siempre perfectamente envuelta en el tono irónico y encantador de Ibargüengoitia y actúa como bálsamo pues, en medio de tantas incongruencias que nos rodea a diario, reconforta saber que hay (o hubo) gente pensante y coherente como él, capaz de convertir, al menos por un momento, nuestras frustraciones en sonrisas.
Quizás el mayor acierto de Jorge fue quitarle la solemnidad a temas que no merecían ser tratados con solemnidad.
Imperdible.
Citas:
“Lo primero que aprende a hacer un niño mexicano al llegar a este mundo, es llorar para que se atienda a sus necesidades. Lo siguiente que aprende es a tocar el claxon del coche de su papá, con el mismo objeto. Y toca el claxon y toca más, y al cabo de cincuenta años sigue tocándolo con esperanzas de lograr con ello fines tan diversos como: hacer que un coche descompuesto que obstruye la circulación se componga súbitamente y eche a andar, o bien, que se esfume con todo y ocupantes; avisar a los conductores de vehículos que viajan por las calles transversales que se les acerca un coche conducido por un individuo que está dispuesto antes a morir que a ceder el paso: avisar a unos niños que están desayunando que ya se hizo tarde para llegar a clases; avisarle a una criada reumática y atareada que ya llegó la patrona y que está afuera de la puerta, con el coche atravesado, entorpeciendo el tránsito y la llave de la puerta en la bolsa, pero sin ganas de bajarse a usarla, etc.”
“Los cumpleaños tienen dos defectos: son inevitables y acumulativos y además, van deformando la personalidad del que los festeja.”
“Lo que hace la gente en las escuelas no es buscar conocimientos, sino procurar no morirse de hambre”
– Instrucciones para vivir en México, Jorge Ibargüengoitia
Álvaro (@alvarogo87)