Hay varias cosas, en realidad muy poco útiles, de las que me di cuenta gracias a las tardes que pasé esculcando los libros de las librerías de Miguel Ángel de Quevedo y Universidad:
– El sótano es un buen refugio cuando sales del metro y llueve a cántaros, la gente normal solo se queda afuera aprovechando el techo salido, pero siempre hay uno que otro tarugo que entra a la tienda a comprar algo que no necesita (varios de mis libros llegaron a mí a raíz de una tormenta).
– Hay una guerra en la que no muchos reparan: los separadores con frases ingeniosas de Gandhi vs los separadores hechos a mano de la señora hippie que se pone afuera de El Sótano. La verdad perdí la cuenta, pero es una batalla reñida.
– Siempre vas a encontrar el libro que acabas de comprar en unos $15 más barato si cruzas la avenida, pero Universidad es realmente una avenida bastante difícil de cruzar, así que no siempre vale la pena.
– Desafortunadamente, siempre que un negocio monte una bocina en la calle para llamar la atención de los transeúntes, el género musical que toquen será reggaetón. Ni las librerías pueden arrojar la primera piedra en este caso. u.u
– Los escaparates siempre sabrán decirte qué autor murió esa semana.
– Aún hay gente que sigue comprando libros en este país. =)
– De hecho, contra todo pronóstico, vivimos en una época en la que cerraron uno de los últimos Blockbusters que quedaban en esa avenida (y en México), para abrir una librería. En los 90s eso era impensable.
– Anagrama está con etiqueta del 20 o 30% de descuento, no importa cuándo leas esto.
– Si los sellos editoriales tuvieran eslóganes 100% honestos, éstos serían más o menos así:
Álvaro (@alvarogo87)
Foto de Daniela Labastida:
https://saltodelectura.wordpress.com/2016/07/13/buscadores-y-constructores-de-historias/