En Una novelita lumpen, Bianca abre la novela recordando un episodio de su pasado en el que, junto con su hermano, fue delincuente. Para explicarlo mejor, Bianca recuenta la época en que un accidente en una carretera cercana a Nápoles hizo que ambos hermanos quedaran huérfanos. Siendo aún más adolescentes que adultos, ambos hermanos intentan continuar con sus vidas como pueden, conociendo en el camino a un boloñés y a un libio, con quienes diseñan un plan delictivo bastante febril con el cual piensan asegurar su futuro económico.
“Ahora soy una madre y también una mujer casada, pero no hace mucho fui una delincuente. Mi hermano y yo nos habíamos quedado huérfanos. Eso de alguna manera lo justificaba todo. No teníamos a nadie. Y todo había sucedido de la noche a la mañana.”
Me gusta que en el título se use el diminutivo, como con cariño, porque se lo merece. Es un texto cortito y acogedor que puedes terminar en un solo día, ideal para un viaje en autobús, un día perdido en un aeropuerto o simplemente para pasar un domingo de puta madre.
“Ahora sé que la cercanía no existe. Siempre alguien tiene los ojos cerrados. Uno ve cuando el otro no ve. El otro ve cuando uno no ve.”
Esquivando el uso de términos y estructuras rebuscadas, la trama se desenvuelve con mucha naturalidad, dosificando tan bien la intriga a lo largo de los 16 breves capítulos que es difícil dejar el libro en paz. Pero aunque a primera vista parezca una lectura sencilla, la complejidad viene entre líneas con la profundidad de los personajes, sobre todo de Bianca, quien narra todo en primera persona. El nadar de Bianca entre el duelo tras la muerte de sus padres, un presente complicado, un futuro incierto y la desesperación por llegar a algún lado (aunque no tenga la más mínima idea de a dónde); todo lo anterior es lo que termina por llevar a la nouvelle de ser buena a ser excelente, porque es entonces cuando nos cala, nos proyecta y nos conmueve a un nivel íntimo.
Se dice que Bolaño escribió esta novela bajo el encargo de escribir un texto sobre Roma (también por algún lado leí que nunca visitó Roma en su vida). Tengo mis dudas de si el encargo se cumplió, porque igual como aconteció en la capital italiana, pudo acontecer en Barcelona o en Buenos Aires; en realidad ni la ciudad ni las descripciones de la ciudad son de gran relevancia, pero tampoco creo que a estas alturas eso importe, pues el ejercicio quedó demasiado lindo.
Álvaro (@alvarogo87)
Imagen: Wikimedia Commons