Después de tantos buenos comentarios sobre este libro, debo decir que me sorprendió toparme en las primeras páginas con el apestoso lugar común del poeta que le gusta romantizar a las prostitutas; temí que ese fuese el tema central. Esa primera impresión fue pronto derribada y reemplazada por la sensación de que este es un libro súper raro y no es queja, sino todo lo contrario.
El tema central, supongo, es la melancolía de perder nuestra inocencia a cambio de una monstruosa adultez en medio de un mundo industrializado que nos incapacita para vivir en el ahora. Monelle, una especie de proto-Peter Pan de tono lúgubre, es una guía en guerra contra la realidad que se vale de la fantasía como medio de resistencia.
En la primera parte, Monelle arroja de forma mesiánica un montón de aforismos muy citables que nos introducen su visión filosófica. Y entre páginas que a ratos son pura poesía, termina haciendo un pacto con el protagonista: ella le da sus enseñanzas y él a cambio escribirá el libro de Monelle.
“Sin embargo volveré a la noche; pues es necesario que me pierdas antes de volver a encontrarme”.
“Piensa en el momento. Todo pensamiento que dura es contradicción”.
“Ten toda cosa incierta por viva, toda cosa cierta por muerta”.
“No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si miras en ti, que todo sea blanco”.
“Rebélate contra el trabajo; contra toda actividad que exceda el momento, rebélate”.
La segunda parte está repleta de un lenguaje bucólico, hoy en desuso, que me mandó varias veces al diccionario. Se narran las 11 historias de las hermanas de Monelle, las que “aún no se han encontrado” y a las que veremos “ir a buscarse lejos”. Curiosamente, aunque Monelle las describa, con una aspereza que no alcanzo a comprender del todo, como “parecidas a prostitutas sin inteligencia”, solo una de ellas termina siendo puta. Los 11 relatos están teñidos de fatalismo y fantasía, y son protagonizados por niñas en plena búsqueda de sí mismas y en rebelión contra sus circunstancias. Hay partes muy memorables, pero mi historia favorita fue la de una joven que lleva una relación enferma con su reflejo en el espejo. Hay otro relato que me llamó la atención por lo borgeano, en el que hay una búsqueda por países desconocidos y se van describiendo tribus ficticias; me recordó muchísimo a “El inmortal”:
“Y más lejos hay una ciudad subterránea de hombres negros a los que sólo visitan sus dioses durante el sueño. Comen las fibras del cáñamo, y se cubren el rostro con polvo de tiza. Y los que se emborrachan con el cáñamo durante la noche cortan el cuello de los que duermen, a fin de enviarlos a las divinidades nocturnas”.
En la parte final, el protagonista nos cuenta con toques muy surrealistas más detalles sobre Monelle y sobre qué sucede con ella y con el narrador mismo.
Di con este libro en esa búsqueda de autores parecidos a Borges, que invade a todos los que estamos medio traumados con el sudamericano. El mismo argentino lo reconoció entre sus influencias y es revelador identificar en el texto ese juego “borgeano” de remezclar partes de la literatura de todas las épocas; un juego que sólo dominan los lectores más dedicados. No sé si el juego lo inventó realmente Schwob, pero al menos lo jugó antes. En este caso, la lista de referencias es larga: Shakespeare, Las mil y una noches, Dostoievski, La biblia, los hermanos Grimm, etc.
“No esperes la muerte: está en ti”.
“No ames tu dolor; pues no ha de durar”.
“Los hombre buscan su alegría en el recuerdo, y se resisten a la existencia, y se enorgullecen de la verdad del mundo, que ya no es verdadera al haberse convertido en verdad”.
“Eso es – me dijo -, y verás el reino, pero no sé si entrarás en él. Pues soy difícil de comprender, salvo para los que no comprenden; y soy difícil de alcanzar, salvo para los que ya no alcanzan; y soy difícil de reconocer, salvo para los que no tienen recuerdo”.
Llama la atención el hecho de que otros autores como Bolaño y Faulkner lo hayan citado también entre sus influencias y aún así se sienta como un libro un poco olvidado. Quizás, como Monelle sugiere, había que olvidarlo para poder encontrarlo.
Álvaro (@alvarogo87)